MRA+A: Estrenos de la nueva temporada
por Sole C&M · 21 marzo, 2018
El estudio MRA y Asociados reedita estética y premisas. El equilibrio entre los intereses comerciales y la solución urbana figura entre sus objetivos. Por qué defienden a las torres.
MRA+A Mario Roberto Álvarez hijo, Hernán Bernabó y Fernando Sabatini consideran cada obra como parte de un conjunto urbano y apuntan a lograr el equilibrio entre el interés de los desarrolladores y una buena solución para la ciudad.
Por: Paula Baldo, Arq. Clarín
Un proyectista debe conciliar las aspiraciones del desarrollador con su interés profesional de realizar un aporte a la ciudad. En ese ejercicio, el estudio MRA+A ha probado ampliamente su entrenamiento. “Nuestra forma de trabajo es pensar primero como urbanistas y como arquitectos después. Abordamos temas urbanísticos a partir de lo que nosotros hacemos, y manejamos una escala de arquitectura que está en el límite con lo urbano. Es una filosofía de nuestro estudio pensar los proyectos desde su inserción en el entorno”, afirman los socios, Mario Roberto Alvarez (h), Hernán Bernabó y Fernando Sabatini, en una charla con ARQ.
Aseguran que las ciudades “deben ser más flexibles”. Y ante la expectativa que genera la modificación del Código de Planeamiento para Buenos Aires, los arquitectos asumen una postura optimista: “En el código actual hay muchos puntos grises interpretativos que generan laberintos. No obstante creemos que el nuevo código los va a mejorar”.
-¿Qué contribuye a que un proyecto “dialogue” con su entorno?
-Los pasos naturales serían investigar cómo se insertaría el edificio, analizar las restricciones del Código y recién después proyectar, lo formal puede surgir desde el análisis o ser un tema más periférico. Tratamos que la pieza urbana que ponemos en la ciudad conviva con su entorno como un faltante en el rompecabezas que es el tejido de la ciudad. Por ejemplo, en los primeros edificios Panedile o Av. del. Libertador 4444, a partir de la tipología del semiperímetro se tapan las medianeras y el FOT remanente se agota en una torre. De la misma forma, en el proyecto del Centro empresarial Libertador (actualmente en construcción) implementamos un truco formal en donde un quiebre del volumen que conforma la torre se toma la altura de Libertador y la medianera inmediata existente juega como semiperímetro conformando un círculo virtuoso que favorece al proyecto y a la ciudad, oxigenando al tejido.
-¿Y en los casos en que se parte de cero, como en el proyecto de Osaka?
-En Japón (1° Premio concurso internacional, año 2003) seguimos un concepto bastante parecido, en otra escala, a los Panedile o Libertador. Se trata de dos tapas urbanas que en forma de tiras conforman un límite ordenador al tejido urbano existente, en ese momento muy desordenado, generando en el centro de esas 26 hectáreas un espacio propio al proyecto y obviamente a la ciudad. Se propone un basamento cuya cubierta la transformamos en un gran espacio verde de escala metropolitana, similar al concepto del Central Park de Nueva York. Tenemos un cierto hilo conductor o coherencia entre la arquitectura y las intervenciones urbanas. Para esta nueva etapa del estudio vale la frase de Mark Twain: “las historias no se repiten, pero deben rimar”.
-Crecer en altura ¿Es la mejor solución para el desarrollo urbano?
-En el contexto global, el modo en cómo se enfoca el urbanismo hoy produce una paradoja. Si antes la visión de la ciudad se vivía como un hecho depredador y antiecológico, hoy se entiende todo lo contrario: una ciudad permite ahorrar energía porque la infraestructura y los servicios urbanos son más eficientes. En consecuencia, las ciudades se enfocan como el camino a seguir, practicando la sustentabilidad. No obstante, la Argentina tiene un problema demográfico, que es la concentración de un 30/40 % de su población en torno a Buenos Aires y su área de influencia, que se debería visualizar como una única área metropolitana en la cual se definan políticas comunes en este sentido. Si bien la coyuntura y la emergencia llaman primero, seguramente a futuro se arribará a este objetivo.
-¿Buenos Aires debería tener más torres, entonces?
-Las soluciones para una ciudad no se enfocan en el dilema “torre sí o no”. Manhattan tiene una configuración cuya característica predominante es la altura. Se trata de una isla cuyo crecimiento posible no era otro sino hacia arriba. Eso sí, con un parque central magnífico en el otro extremo. Luego está París y otras ciudades de Europa, que mantienen un tejido homogéneo y alturas ordenadas. Somos partidarios de creer que las verdades siempre están en el medio.
– ¿Cómo se equilibran los objetivos especulativos con el deseo de hacer buena arquitectura?
-Cuesta convencer a un desarrollador para que considere resignar parte de su beneficio económico en pos de un planteo arquitectónico que consideramos mejor en su aporte urbano o para el usuario, pero que implique un mayor costo o menos metros cuadrados. En ese sentido, plantear un retiro para darle un plus a la ciudad y considerar que se va a poder compensar de otro modo en el precio, por ejemplo, es algo que en general el desarrollador prefiere no arriesgar, pero a la larga terminamos todos de acuerdo. En el caso de Libertador Mil en Vicente López, con un terreno de 92 metros sobre Libertador y atendiendo a una restricción para el acceso vehicular sobre la avenida, propusimos que la entrada al edificio esté en un extremo donde existe una calle con cul de sac y un retiro del edificio en planta baja. Entonces, la callejuela transformada en calle vehicular restringida tipo plaza se integra al proyecto y genera un nuevo espacio urbano que beneficia a la ciudad y al edificio. Luego las plantas se van extendiendo en el largo del lote a medida que se asciende para compensar la superficie cedida. La clave es mostrar que hay un círculo virtuoso donde el proyecto cede en un sentido para beneficiarse en otro. Ahora en el proyecto tiene en su acceso más espacialidad; esto el cliente lo entendió, nunca son fáciles estos planteos en los proyectos, pero siempre lo intentamos.
-¿Qué debería considerar el nuevo Código en ese sentido?
-Los códigos urbanos son una abstracción. Como en una partitura musical, lo importante son los intérpretes, los músicos, que somos los arquitectos, y en la sumatoria de toda esa música está la ciudad como una construcción colectiva. Creemos que Buenos Aires suena bastante bien dentro del concierto del mundo.
La mejor ciudad es la que ofrece seguridad, servicios y un espacio de contención. La mayoría de la gente vive en espacios acotados y la ciudad debe funcionar como el gran living, la gran expansión de la casa y eso es lo interesante. La que logra que en las 24 horas del día se generen los usos mixtos, actividades donde la gente de un distrito se movilice a otro. Así se genera un círculo virtuoso, la presencia humana confiere seguridad, crecimiento económico y prosperidad permanente.
En este sentido, el código nuevo plantea generar un grupo de varias manzanas en donde se restrinja el uso vehicular a un perímetro y las interiores sean peatonales, donde se detecta un zócalo urbano comercial. Eso crearía macro manzanas y calles verdes que podría ser positivo. Por otro lado, los esfuerzos por incentivar el uso del transporte público y bicicletas están mostrando resultados positivos que mejoran la ciudad.
-¿Cómo se concilia la protección de la historia urbana con el necesario desarrollo?
-En el código actual hay muchos puntos grises interpretativos que generan laberintos. No obstante, creemos que el nuevo código los va a mejorar. El mundo cambia vertiginosamente, el mundo es urbano ya que el 80 % de la población vive en ciudades. Ellas deben acompañar los cambios, deben ser más flexibles. Para la reconversión de la fábrica de Volcán trabajamos mucho para hacer una propuesta de intervención, porque el conjunto estaba catalogado como distrito APH.
En principio no se podía tocar nada, con lo cual era imposible desarrollar un proyecto. Preparamos una presentación seria, poniéndonos también en la posición de los funcionarios que debían evaluarla, y arribamos a un acuerdo de intervención.
El edificio ocupa casi la manzana completa, con construcciones de varios períodos y de variado interés arquitectónico. Con lo cual propusimos conservar lo más valioso y demoler un sector menor, de manera de abrir los patios necesarios para desarrollar un proyecto residencial. Las fachadas internas siguen la línea del conjunto y recomponen su estética de forma armónica.
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Los cambios de paradigmas urbanos a partir de la renovación y ampliación de las autopistas y vías de acceso a Buenos Aires produjeron la denominada descentralización de la Ciudad, con una fuerte migración en torno a viviendas en countries y barrios cerrados, para luego continuar en la generación de proyectos de oficinas de gran superficie de alfombra, imposibles de desarrollar en la Ciudad por la falta de predios adecuados.
Los proyectos Florida Office Center 1, 2 y 3, Olivos Office Center, Worko (en Blas Parera y Bouchard) y Panamericana y General Paz pertenecen a esta generación de edificios.
Florida Office Center 1, 2 y 3
En línea con los distintos tipos de demanda en lo que hace a tamaño de alfombra, el conjunto plantea tres edificios con superficies de planta de 358 m2, 735 m2 y 2.040 m2, para los edificios 1, 2 y 3 respectivamente.
Los tres edificios presentan núcleos exentos volcados hacia el Oeste para generar tres resultados: plantas de open space, atenuar el efecto de una de las peores orientaciones a nivel de radiación solar, como es el Oeste; y buscar las mejores vistas largas en el área residencial de Florida.
El conjunto está dividido por la calle Venezuela, lo que genera dos parcelas, en una se alojan los módulos 1 y 2 , resueltos en un predio rectangular y definen un tejido urbano de volúmenes (11 pisos), que rescata la escala peatonal y conserva la calle corredor, mediante la transparencia y altura de sus halles y la generación de una plaza pública.
El tercer edificio cierra urbanísticamente la imagen norte del conjunto mediante un partido en ele, cuyo núcleo funciona como una rótula equilibrando las distancias de una planta de más del doble de superficie que los módulos uno y dos, generando una relación núcleo-alfombra más que eficiente.
Formalmente, hemos generado en el curtain wall una serie de planos superpuestos a distintos filos, descomponiendo los prismas originales en planos retirados de las aristas y disparándolos a los remates sueltos, proponiendo un juego geométrico donde estos quedan casi como levitando.
Olivos Office Center
Dada su localización, un predio en Panamericana y avenida Debenedetti, donde por diferencia de nivel queda a cinco metros por encima de la autopista, y sumada la forma triangular del terreno, el partido arquitectónico plantea el aprovechamiento de esta localización y altimetría. De manera de seguir la naturaleza del predio, el proyecto genera un edificio de planta triangular, cuya hipotenusa plantea una imponente fachada de noventa metros, la cual se puede apreciar a varios kilómetros desde la Panamericana en el sentido sur-norte.
La resolución funcional de la planta se genera, no obstante la geometría, en un eficiente y compacto núcleo central posibilitando el uso de 1.540 m2 de alfombra.
A fin de poder aprovechar la terraza, se optó por ubicar los aire acondicionados por piso, en un área técnica con pisos de metal desplegado que fue resuelto en la fachada con una malla. Este concepto, además de recuperar la pisada del edificio en la cubierta, plantea un parasol contra la cara de máxima radiación solar, es decir la oeste.
En cuanto a lo formal, el edificio está en línea con el complejo Florida Office Center, ya que es del mismo desarrollador. Convenimos en crear un “family style” de la marca Office Center. De esta manera, si bien las formas son diametralmente opuestas, el concepto de liberar los vértices de columnas, cambiar a la vez los filos del curtain wall y la tonalidad de los vidrios, sumándole el despegue de planos para deconstruir el volumen original, genera una asociación implícita entre los dos desarrollos.
General Paz y Panamericana
En la intersección de estas dos importantes autopistas, Panamericana y General Paz, se encuentra este predio de excelente accesibilidad y locación, pero con dos particularidades especiales: la primera se debe a su forma, un triángulo isósceles con una hipotenusa curva; la segunda, su planialtimetría, que respecto a la altura del ramal de enlace de las dos vías mencionadas (ocho metros respecto del nivel cero del predio), pareciera quedar hundido.
A partir de estas características particulares, encontramos el partido que soluciona en planta y corte dos temas que en primera instancia parecían un escollo a la hora de resolver el proyecto.
De la geometría del terreno, restando los retiros obligatorios que dicta el código de planeamiento del municipio, logramos racionalizar la forma, creando una planta similar a un trapecio que le saca partido a las proporciones del predio, obteniendo un frente hacia Panamericana de más de 60 metros de largo.
La figura contempla un eje especular que permite, mediante un núcleo central, poder dividir la alfombra resultante en cuatro submódulos.
Respecto de la sensación de hundimiento del predio, se generó un corte donde en parte de la planta baja y los tres primeros pisos se ubican cocheras, de manera de que el primer piso de uso se encuentra a dos metros respecto a dicha autopista.
En cuanto a la resolución formal solo se operó el volumen sustrayendo en los vértices de la figura resultante (planta) sectores que generan la lectura de planos y no de un volumen, de manera de conferir liviandad al edificio. En las caras más largas se explota la imponente fachada de diez pisos de oficinas y tres de cocheras a partir de cosméticas metálicas en el curtain wall, generando dinamismo y velocidad a la lectura del proyecto.
El proyecto aprovecha la posibilidad que genera el código en este distrito (C31) a través de una propuesta que contribuye a atraer habitantes a Buenos Aires. El partido propuesto genera una verdadera sinergia entre arquitectura y ciudad a partir de una serie de conceptos.
El área del terreno 4.759 m2 representa el 55 % de la superficie de la manzana. Con el fin de no generar un vacío y ruptura del tejido, el proyecto propone el completamiento del zócalo urbano de la avenida Cabildo mediante un área comercial de 1.443 m2 que recompone la línea oficial característica del espacio urbano de este importante eje Norte-Sur de la ciudad. De igual modo, las áreas de servicio se materializan en un pequeño edificio de 201 m2 de planta, recostado en la medianera, perpendicular a la calle Pico, conformando esta oportunidad un completamiento a modo de semiperímetro que rectifica y recompone la geometría del terreno.
En la torre se desarrollan los 17.429 m2 restantes del FOT total de la parcela, en 29 plantas. La planta baja libre permite oxigenar el tejido liberando 2.900 m2 de terreno (60% del total). Esta superficie se destinar a una gran plaza y amenidades que, si bien serán de uso privado, permiten, dada la localización de la torre (lado mayor paralelo al eje Norte-Sur) generar una transparencia y comunicación visual desde la calle Pico, de escala similar a las de un espacio verde público.
El arranque de la torre, a 10,17 metros de altura, refuerza esta idea, a la vez que hace desaparecer virtualmente el volumen edificado de la escala peatonal.
El desarrollo formal se sustenta en la desarticulación virtual de la torre. Este concepto se desarrolla a partir de pequeñas variaciones en las plantas tipo. En lugar de ensamblar figuras geométricas rígidas, la torre propone la introducción al espacio de elementos maleables, balcones, en un juego dinámico de adaptación contextual a la ciudad que lo expresa de manera espontánea.
El diseño de las fachadas fue desarrollado con tratamientos diferenciados en cuanto a su grado de apertura o relación llenos vacíos, en especial las caras este y oeste. Por otro lado, la generación de espacios verdes en planta baja y todas las cubiertas, incluidas las del local comercial, permitió recuperar con vegetación casi la totalidad del predio. Respetando estos espacios, las cocheras se ubicaron en el de subsuelo, triplicando la cantidad solicitada por código.
Como ya es usual escuchar, internet ha modificado la comunicación presencial por la virtual, tanto que hoy una corporación puede tomar decisiones desde su casa matriz a miles de kilómetros de distancia. La presencia virtual y el tiempo fractal han modificado las formas de trabajar, traducido en espacios menos estancos y áreas de trabajo grupales. A su vez, los dispositivos inalámbricos y la conexión wi-fi han cambiado para siempre la concepción de que un área de trabajo es un escritorio fijo.
Para acompañar esta corriente de forma concordante, respetando regulaciones y asegurando por fuera la innovación que fluirá por dentro, tomamos la determinación de que al diseñar una torre de oficinas se deben establecer tres prioridades: el código de planeamiento y sus restricciones, las necesidades del comitente y el entorno. A partir de aquí, tenemos la certeza de generar un edificio que va a funcionar y tener la visión y convicción de que lo importante y perdurable es aquello cuya finalidad para la cual fue concebido transvase el efecto tiempo.
Algunas de nuestras premisas fundacionales y fundamentales son la flexibilidad, la calidad, la simpleza y la elegancia. En el caso del Centro Empresarial Libertador, esos pilares están potenciados a nivel urbano por la escala del emprendimiento. El conjunto posee más de 100.000 metros cuadrados construidos, pero insertados (como tantos proyectos del estudio) en la ciudad como una pieza faltante de un rompecabezas.
La torre se aleja de la línea municipal 52 metros para generar el efecto Seagram. El edificio libera una gran plaza a la ciudad y produce un círculo virtuoso que realza el proyecto. A su vez, en su desarrollo en altura, la torre se relaciona con su entorno a partir de un solo gesto formal: el desplazamiento del volumen superior justo a la altura del tejido/altura de Libertador.
Estos simples pero vigorosos conceptos oxigenan y ordenan, transformando a un proyecto de arquitectura prácticamente en una intervención urbana. En síntesis, la vanguardia en este tipo de proyectos es una combinatoria de modernidad, estética y sustentabilidad urbanas.
En este último punto hacemos especial foco, ya que el concepto de “edificio saludable” interviene en el diseño del proyecto desde su inicio, implantando correctamente la obra respecto del clima y el asoleamiento.
Por ejemplo, el partido de esta torre coloca el núcleo en la peor cara respecto a la carga térmica y la radiación solar, el Oeste. De ese modo, produce un gran ahorro energético, a la vez que genera un excelente open space de máxima flexibilidad de uso.
La transformación y evolución en la arquitectura vienen de la mano de muchos materiales que están irrumpiendo en la industria con soluciones innovadoras. Se destacan los paneles de fachadas vidriadas fotovoltaicos, mejores hormigones, nuevas generaciones de ascensores que se desplazan en un mismo pasadizo (aunque el código de edificación local todavía no se adapta a esta nueva tecnología en particular), nuevos artefactos de iluminación de muy bajo consumo y eficientes artefactos sanitarios y griferías.
Aun así, creemos que todavía no se han generado cambios drásticos desde la primera revolución industrial, ya que básicamente continuamos utilizando, a grandes rasgos, acero, hormigón y vidrio.
Tal vez, en un futuro no muy lejano, la nanotecnología y la biotecnología generen cambios de paradigmas. Esas sí serán soluciones y cambios innovadores y esperamos poder transitar esos nuevos caminos.
Worko pertenece a la nueva generación de oficinas de grandes superficies de alfombra, imposibles de desarrollar en la Ciudad por la falta de predios del tamaño adecuado.
No solo las grandes empresas necesitan de estos emprendimientos, si no también pequeñas, medianas y hasta profesionales que no requieren grandes superficies. Todos tienen un factor en común, evitar el caos de llegar al área central de la Ciudad.
Un predio de 7.300 m2, apto para generar 44.236 m2, para 4.000 usuarios y 740 cocheras, propone un gran desafío.
Se planteó una figura rectangular con un frente curvado hacia la autopista Panamericana, pero volcado completamente hacia la calle norte (Mariano Moreno). Lo que logra dos efectos. El primero, una gran permeabilidad y “oxígeno” a partir de una gran plaza de 100 m de largo, que permitirá fundirse con la importante arboleda de las calles que están por detrás de la autopista. El segundo efecto resulta del primero, genera una gran perspectiva desde la dirección sur, donde juegan la presencia del edificio, del verde y del tejido urbano existente , a la vez que funcionalmente permite un desahogo para la llegada y salida de los usuarios, ya sea peatonalmente, o con autos y combis.Esta propuesta juega un contrapunto con el lado norte, ya que a 200 metros se encuentra el Shopping Unicenter, cuya escala, fuera de cualquier parámetro urbano, absorbe como un agujero negro todo el entorno.
En cuanto al funcionamiento, la planta baja plantea un hall de doble altura, la cual es absorbida a la vez por dos niveles de estacionamiento y una gran área comercial y gastronómica. Este esquema casi de basamento juega a obtener vistas largas a partir del primer nivel de oficinas.
Las plantas tipo plantean un núcleo central con dos zonas de ascensores, una baja y una alta, ya que la población resultante es de 4.000 personas.
Formalmente, el edificio propone una definición clara de su volumetría, lo que se percibe como un solo gesto que explora el plano generado por el curtain wall como si fuera una gran vela levitando en el espacio.
Diario: ARQ Clarín
Fecha de publicación: 20 de Marzo de 2018.
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